A veces uno no sabe porque hace las cosas, simplemente las hace, sin pensar. Y entonces sus pasos le dirigen hacia un mundo donde nada es nuevo, el mismo humo, las mismas luces, el mismo bar. Entonces comienzas a caer, comienzas a hundirte en la rutina y sin saber cómo ni por qué estás en frente del metro de tribunal conociendo a alguien.
El alcohol comienza a hacer estragos y sin tener en cuenta tu buena memoria los recuerdos se escapan y dejan pequeños flashbacks que debes ir uniendo, y a pesar de todo parece que fue ayer.
Esos flashbacks se arremolinan en mi mente encontrando la puerta por donde salir. Recuerdo, recuerdo, recuerdo.... recuerdo robar vodka, y empujar un taco de billar ageno entre disimulos nada sutiles. También recuerdo imágenes que preferiría borrar de mi mente. Muchas conversaciones inconexas salen a mi encuentro, palabras, sílabas, pero siempre entre risas y carcajadas. Consejos que intenté seguir y que en algunos casos llevé a cabo. Una pequeña luz en medio de la masa acartonada, una presencia soñadora que lo inunda todo.
Y luego la calle, acompañada de mas sonrisas.
Por último la despedida.
Un hasta luego, no podía ser otra cosa.