domingo, 17 de agosto de 2008

Del amor al odio


Un sudor frío recorre mi cuerpo, los segundos pasan angustiosamente lentos y el sonido que causa su aguja taladra mi cerebro. Por la ventana se cuelan los típicos sonidos de la gran ciudad, sirenas, botellas rotas, algún disparo al aire y un gato mauyando en la oscuridad. Aquí dentro hay todo un festival de ruidos fantasmales, los muebles crujen, la nevera no cesa en su antiguo zumbido, los muelles de la cama chirrían en cada uno de mis movimientos, las cañerías llevan agua a algún lugar remoto, y la televisión del vecino se oye como si la estubiera viendo yo, de fondo el tic tac del reloj va corroyéndome, como si lo que contara fueran los segundos que me quedan de vida.Debo mantenerme fría como el metal que duerme a mi lado. Alguien mete sin tiento las llaves en la cerradura mientras yo empiezo a sudar y a arder en el que podría ser mi lecho de muerte. El diablo entra haciendo eses con un portazo a su espalda, gritando cosas insultantes. Me arropo y cierro los ojos, realmente me gustaría no estar despierta. El gran muro de piedra que había construido hace unas horas en mi imaginación aparece ahora destruido, lleno de huecos por los que colarse a dar caza al enemigo. Entra en la habitación sin molestarse en romper mis delicados sueños, se acuesta a mi lado y en cuanto llega su olor a whisky barato se me revuelven las tripas, inconscientemente comienzo a rezar pero no me se ninguna oración. 
- Se que no estás dormida preciosa. 
Mientras susurra eso, puedo imaginar sus ojos lascivos desnudándome y los recuerdos monótonos de las noches parecidas acuden de la cabeza al estómago despertando las arcadas en mi interior. Sus manos se posan cruelmente en mi piel, están sucias, grasientas y son enormes, llego a recordar que antes amaba las manos que ahora transgredían mi cuerpo sin piedad alguna. La respiración me empieza a fallar y los sollozos me ahogan, las fuerzas me abandonan. Me grita, me golpea y me da la vuelta, por primera vez miro los ojos en los que antes me gustaba mirarme, me dan miedo. Empieza a manosearme, sus manos descienden por mi cuerpo al mismo tiempo que mis lágrimas por mis mejillas y entonces recuerdo el frío. Recuerdo que debo mantenerme fría, como si no pasara nada, templar mis nervios y dejar de sufrir. Todos estos pensamientos fluyen por mi sistema nervioso, desde el corazón al cerebro, y este impulsa la estocada en el corazón. El cabrón tiene un rostro de sorpresa indescriptible, intenta luchar pero mi fuerza a sido repetidamente brutal en cinco ocasiones y la cama es ahora como una piscina cubierta con sangre. Casi sin aliento insulta y maldice mi nombre mientras yo sonrío. 
Me siento sobre su cuerpo casi sin vida y desciendo hasta su oído izquierdo.
- Tu vida se acaba, la mía empieza ahora.  

2 comentarios:

panterablanca dijo...

Algunos desde luego, se lo merecerían.
Besos selváticos.

Andreico dijo...

Qué buen texto, che... Me encantó tu página. Eso visceral que tenés está copado.
Saludos
Andrés