lunes, 14 de septiembre de 2009

Ocurrencias de una mente inestable


A mi al rededor todo es movimiento, creicimiento y muerte. Un frenesí que dana en todas direcciones. Gente y más gente que se atropeya, andan y corren, siempre con prisas. Todo fluye... linealmente...todo, escepto yo.
Ni avanzo ni retrocedo. Veo como los demás intentan alcanzarme, intentan llegar donde estoy, y cuando por fin lo consiguen, pasan de largo con su vida a cuestas. Evolucionan mientras yo les miro desde mi burbuja en la que no pasa el tiempo. Aprenden y maduran mientras yo permanezco anclada entre recuerdos inventados por mi paranoia y unas futuros sueños que jamás verán la luz de este mundo. Incluso leyendo todo lo escrito hasta ahora, es vomitibo ver que me esfuerzo en escribir sobre mi desnutrido ego porque soy incapaz de contarselo a nadie a la cara.
Intentando, cada día, hacer el mayor ruido posible para acallar mi conciencia, que ,gritando, pide que olvida de una vez todas mis esperanzas, todas mis falsas esperanzas.
Quizá si otro sueño se marchita u otra esperanza se deshoja, si vuelve la traición o la mentira, quizá ya no pueda soportarlo más. Entonces, quizá, mi cuerpo estalle en cientos de partículas por el dolor que lo viene acompañando desde hace demasiado tiempo.
Entonces en cuando el problema se mira al espejo y aparece el rostro del verdadero culpable, yo soy el problema, yo soy culpable. Y las lágrimas no hacen más que confirmar mi inutilidad para vivir.
Total, sólo son palabras que nadie va a entender, a las que nadie va a poner voz ni rostro. Palabras que moriran con mis ganas e huir y no volver jamás, de morir y no resucitar.
Y por más que lo intento, no se lo que quiero, si es que quiero, los argumentos se presentan totalmente radicales e igual de convincentes.
Mientras tanto, el mundo se empeña en engañarme. La gente se siente mejor cuando consigue mentir y estafar sin conscuancia alguna, y yo, porque iba a seguir desconfiando de alguien que ya me ha matado de una puñalada en la espalda¿?
Yo, que relamente no se quien soy, que nose lo que quiero, que ni siquiera me gusto, como iba a inspirar compresión en alguien¿? Todo es un engaño.
La respuesta a todo esto son unas escasas ganas de vivir y un reclutamiento a las sombras que siempre abito y que jamás debí abandonar.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La naúsea


Millones de personas sienten y padecen, ríen y lloran, unos piensan, otros no, sufren, se amargan, recuerdan, agonizan...
Amanece una fría y nyblada mañana de otoño, es sabado, demasiado pronto para que nadie esté en pie. Nadie, escepto una procesión que lleva a la muerte a un ser querido, en soledad un llanto corta el cielo pidiendo clemencia.
En otro rincón de este mundo acogedor, el sol luce con firmeza y el calor abrasador hace que las lágrimas de esa chica se mezclen con el sabor salado de su sudor. Manos abrasadoras, corazón congelado.
Unos mil kilómetros al norte un muchacho tiembla de mono en su cama, encerrado, tiembla, arde, se congela, llora, grita, vomita, golpea las pareces y se deja las uñas en el intento. Con las manos ensangrentadas se arremolina en un ovillo para que sus fantasmas le confundan con el suelo.
Si pudieras mirar por las misma ventana de su habitación verías como su vecina, la que siempre mira a escondidas cuando desnuda, se desangra lentamente a través de sus escualidas muñecas.
Quiza consumido por su ausencia, su pequeño gato se tumbe a su lado y omita poco a poco sus funciones vitales para que la muerte se lo lleve con ella.
En un pequeño pueblo al este de Moscú una mujer llora en una esquina. Su cuerpo amoratado descansa por fín de los golpes que su marido le ha propinado hace un rato. Mientras tanto ella piensa en la escusa perfecta que dará mañana para justificar las heridas. En la habitación contigua, su hijo, ahoga su cabeza en la almohada y esnifa pegamento para olvidar la hostilidad a la que está sometido contantemente.
En cualquier barra de bar, de cualquier país, algun anonimo frustrado y decepcionado con la vida se pregunta, entre copa y copa, qué es lo que hizo para merecer tan amargo existir.
Ésto es la naúsea, no el dolor, la amargura, el sentimiento de unadaptación y marginación. No es ser un incomprendido, ni un yonki, ni un loco. Ni siquiera es todas estas cosas juntas. La naúsea es el vacío, es la mirada de quien conoce su inutilidad, su prescindibilidad. Es el alma y la esperanza que nos han abandonado.
La naúsea es la nada, y con nada ni por nada, se vive.