lunes, 11 de agosto de 2008

Con la vida de lado


Primero dejé de escuchar a mi razón, luego dejé a la gente de lado. Dejé de creer en mí y en todo lo que rodeaba a mi persona. Dejé de dormir por las noches y de estar despierta por el día. Dejé de pensar, de cuidarme y de quererme. Dejé de reir y de llorar, de respirar y de sentir. Más tarde dejé las esperanzas y los sueños aparcados. Dejé de hacer planes y de conocer gente nueva. Dejé de salir, de beber y de escuchar. Dejé el cielo, la tierra y el infierno. Mi corazón también dejó de latir, la cabeza de regir y el cuerpo paró de moverse. Dejé lo que más me importaba en la cuneta, dejé de ir a clase y de divertirme. Dejé mis pasiones, mis vicios y mis virtudes.
Lo deje todo abandonado, como si no me importase. Todo el mundo pensó que tenía una razón, justa o injusta, pero que la tenía. Mi corazón pensó que le había abandonado por la razón, los sueños creyeron que les habia dado de lado por la realidad, las pasiones se sintieron sustituidas por la meditación, mis lágrimas pensaron que no dejaba de reirme, y el amor se pensaba sustituido por el odio.
Pero lo cierto, es que finalmente no hay motivo alguno. No hay nada significativo que justifique esta actitud. Lo cierto, es que no he sustituido ni cambiado ninguna cosa por otra. Lo cierto, es que lo he dejado todo por nada, por algo que no existió, ni existe ni existirá.
Si uno deja su vida por nada...
¿No es hora de retomarla?

1 comentario:

Anónimo dijo...

de un modo u otro tenemos que entregarnos de lleno a la vida, claro que sí

(gracias por el link, acabo de verlo)

bs